El atletico salto mortal.



“¿Qué querés? ¿Qué te gusta? Son las preguntas que te llevarán a tu cima”.
No me guían a ninguna meta ejecutiva, académica o laboral.
Me llevan a lo más visceral del humano. Lo perceptible entre un árbol, el sol y una montaña.
Respirar aire limpio en suelo fresco, sin rastros necios. Ahí donde me abraza el aborigen mientras grita la respuesta: ¡Ama, Sonríe, Juega. Conecta cielo, mirada, pecho y suelo. Pies en barro, manos en cuenco cargadas de lluvia!
Esas respuestas, llenas de juego y espontánea libertad, evadían cualquier compromiso social capaz de quitarme un mate en el parque.
Años de inventos vagos, de inconstrucción. Priorizando relaciones trascendentes con seres esporádicos, excusando el conocimiento académico. Aprendiendo del otro. Siendo un niño lleno de curiosidad y preguntas, escaso de repuestas y registros.
Pecho inflado de autoindependencia y desarrollos temporales, de relaciones etéreas consideradas eternas.
Hoy un sacrificio ajeno vuelve el recreo a la cultura.
El ruido niño e intenso, que soy hoy, al ruedo del crecimiento y desarrollo.
Reconocerme niño caprichoso, inocente, errado y enérgico. Para, de la mano de mis viejos, volver a lo académico. El cansancio de mis viejos será nutriente de este suelo.


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