Ese embrollo.

Siempre creí que entendía  la magia de amar,
que solo pocos éramos capaces de sentir esa cosa tan sincera y descomprometida en el solo hecho de amar EL TODO.
Me integraba en ese amor y me sentía poderosa, invencible.
De golpe, apareció un amor humano.
Amor de esos que te bajan de un porrazo hasta el piso.

Sacándote de las ilusiones y los cuentos de hadas.

“un amor real, transitando los lugares ciertos” (bigotes miti miti)

Y me preguntaba ¿esto que me pasa, es eso de amar? Volar por todos los espacios y caer en pico a la rutina al mismo tiempo ¿es la suma de luces que llegan a la explosión? ¿Qué es este amor? ¿Es creerse invencible?
¿no será mucho para una simple personita?

De repente mi estructura se volvía vulnerable, se confundía en el intento de atraparte y a la vez soltarte. Ser libre, dejarte ser.

Libertad.

Es necesario para sentir la libertad cruzar un límite?
Donde está la cosa... la cosa, el embrollo, el arrebatado quilombo de sentir, decir, atrapar, aferrarte, dejar, traer, llevar, actuar, dejar ser... Amar.
Y el límite. Porque en todo eso existe un límite. La presencia de un montón de puntos alineados y consecutivos, que desafían, que te invitan a cruzar, o construir un tapial. Que te ubican dentro de la línea, del otro lado, sobre la línea, de espalda y de frente.  Límite, línea, tapial, atravesar, construir acá. ¿Hasta dónde es el embrollo?

Amar con sinceridad y cuento a veces puede ser lastimero.
Cuando no entendes justamente todo ése embrollo. 

Cuando crees que no hay límites. Y en realidad… la realidad.

Debería amarse sobre la realidad?
El amor no trasciende justamente la forma? ¿La figura? 

“Across the universe” a la bendita línea de la realidad, hasta llevar a uno a eso que ya ni es?

Yo amo en este embrollo, que, por tal, no tiene líneas que definan un límite.

Un embrollo que no pretende juzgar más, decir cómo debería ser, actuar, atrapar, sentir, traer, llevar, decir, hacer…

Un embrollo que ama desde el pecho, sin ponerle tintes y romances al amor, es algo más de todo lo etéreo que sentimos, somos. Porque no somos permanentes, ni trascendentes, ni eternos. Somos un rato, que odia, ama, rie, llora, y toma vinito y matecito para dar, darse a uno mismo lo que es.

Y eso es amar, ser para uno.

Zapatillas de cementos y filosofías de vientos..

(es filosofía barata volando sin formas, y zapatillas pesadas que quitan el vuelo)


 




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